jueves, 9 de abril de 2015

El despertar

Si ya has despertado y ves como duermen los demás a tu alrededor, entonces camina de puntillas, respeta su sueño y descubre la perfección de sus propios tiempos, así como fueron perfectos los tuyos. 
Cuando ellos abran sus ojos, el fulgor de tu brillo les ayudará a despertar sin necesidad de que hagas nada. 
Si aún duermes, relájate y disfruta tu sueño, estás siendo mecido y cuidado. 
Despertar no es un acto de magia, aunque llena de magia tu vida. 
Despertar no tiene nada que ver con el mundo externo, aunque todo lo que te rodea parece tener un nuevo brillo. 
Despertar no cambia tu vida, si bien sientes que todo ha cambiado. 
Despertar no borra tu pasado, pero al mirar atrás lo percibes como la historia de alguien muy querido que aprendió muchas cosas, pero sientes que ese alguien ya no eres tú. 
Despertar no despierta a tus seres queridos, pero ellos se ven más divinos ante tus ojos. 
Despertar no sana todas tus heridas, pero ellas dejan de gobernarte. 
Despertar no te hace más popular, pero ya no volverás a sentirte solo. Despertar no te embellece ante los demás, pero te hace perfecto ante tu propia mirada. 
Despertar no te da más poder, pero descubres el poder que tienes.
Despertar puede que no disuelva los barrotes de tus cárceles, pero te da la libertad de ser tú mismo. 
Despertar no cambiará el mundo, al menos de repente, pero te cambiará a ti.
Despertar no te quita responsabilidad, muy por el contrario, te da conciencia de las consecuencias de tus actos y elecciones. 
Despertar no te hace tener siempre la razón, más bien ya no sientes la necesidad de tenerla. 
Despertar es amarte a ti mismo, con tus límites y con tus experiencias, es amar al otro como parte de tu ser y es amar a la existencia. 
Permítete disfrutar de la experiencia de ser ese Ser maravilloso que ya eres.
Tu vida es un Acto Sagrado pues es la creación del Dios que hay en ti, que eres tú.

martes, 31 de marzo de 2015

Sal con un valiente

No existe hombre tan cobarde como para que

el amor no pueda hacerlo valiente y transformarlo en héroe.
Platón

El mensaje es claro: sal con un valiente. Esto no quiere decir que intentes, a ser posible, salir con un valiente, no. Quiere decir que salgas con un valiente. Con un valiente o nada.
Nadie debería enamorarse de alguien que, tras el tiempo suficiente, no sea capaz de decirte: “mi apuesta eres tú”. Todo el mundo merece escuchar, al menos, un “¿sabes qué?, me la juego contigo”.
Al igual que tú, he visto a personas aprender un deporte tras perder algunas partes de su cuerpo; he visto a gente trabajar meses o incluso años sin cobrar y a otros trabajar en un restaurante de comida rápida para terminar y ponerse a escribir, pintar o bailar porque eso no les da aún de comer; y he visto a un hombre que no puede vocalizar ni coger un lápiz revolucionar la ciencia… Y aún así, siempre hay alguien que dice: “no, es que no es mi momento”, “es que estoy centrado en mi trabajo”, “es que salgo de una relación” y demás excusas para llevarse el polvo pero dejar el mueble. Si hay amor se encuentra la manera.
Vivimos en una época donde no hay dragones que matar ni tierras que conquistar, y donde el acceso a recursos y las oportunidades son tan abundantes que saber lo que se quiere e ir tras ello constituye el único espacio para el heroísmo. Hoy, el (principal) problema no es que no se pueda, sino que no se quiera lo suficiente. La mayoría de cosas que no hacemos no es por dificultad, es por falta de amor.
Creo que la valentía es el valor más grande que puede tener un ser humano. Un valiente arriesga, elige, toma partido, se hace responsable y crea su destino. Es el capitán de los optimistas, pues no solo ve lo bueno sino que lo persigue sin negociar. Una persona así solo puede hacer tu vida más rica.
Como le gusta decir a mi querido Farriol, “el coraje, más que la ausencia de miedo es la consciencia de que hay algo por lo que merece la pena que arriesguemos. El coraje es la fuerza del amor al servicio de la consciencia”. Y es que coraje y amor son atributos que se ven en el espejo: el que ama, arriesga y el que arriesga, ama.
Detrás de alguien que arriesga, hay alguien que ama.
Cuando no sepas dónde están esos valientes, fíjate en los que dicen sí diciendo no, pues detrás de alguien que renuncia hay una persona que elige, detrás de alguien que elige hay una persona que arriesga y detrás de alguien que arriesga hay una persona enamorada. Donde hay un valiente, hay un amante.
Lo que diferencia a alguien valiente de un “cobarde” es que no se queda parado ante la bifurcación pensando en lo que pierde o en lo que renuncia, sino que ve en ti una victoria y ganancia suficiente como para no tener que mirar atrás. No se echa a un lado pensando que siempre puede venir algo mejor, porque acepta que el mundo es imperfecto, que tú lo eres… que los dos lo sois. Sabe que lo importante no es ni la realidad, ni lo que hay, sino lo que podéis llegar a crear, y para eso no hace falta ser perfectos, hace falta ponerse manos a la obra.
Un persona valiente no está pensando en las chicas o en los chicos que deja escapar, está pensando en ti. Eres su apuesta y su elección, y cualquier otro lugar le parece segunda división.
Nunca verás a un valiente haciendo una lista de pros y contras, porque para ellos el amor no es un mercado ni tú un producto más. Las decisiones racionales las deja para los yogures o las hipotecas, nunca para sus sueños. Nadie se hizo rico apostando en pequeñas cantidades.
Los valientes se la juegan porque “esa aventura no se la pierden”.
Si lo piensas bien, muchos de los dolores de cabeza amorosos que has tenido podrían haberse evitado saliendo con un valiente. Así que, la próxima vez que vayas al mercado de parejas de viaje, solo tienes que abrir los ojos y mirar de una forma que quizás no hayas hecho antes: en lugar de buscar por la categoría bellezaprofesiónestudios, o dinero, busca por la categoría sé quién soy/sé que quieroDesconfía de lo pulcro, los cánones y lo resplandeciente, y fíate de la sangre y lo sucio, pues los valientes están llenos de arañazos y cicatrices, aunque a veces no se vean. Los valientes se baten el cobre, son los que bajan a la arena y se la juegan porque esa aventura “no se la pierden”. Es muy difícil encontrar a un valiente con el traje impoluto.
Un valiente no entiende la estúpida forma que tiene la cultura de valorar el éxito o el fracaso y la pérdida o la ganancia, pues cree que a nadie que lo ha dado todo se le puede exigir nada y que lo único que verdaderamente se puede perder en la vida no es una pareja, un partido, un sueldo, etc., ellos saben que lo único que verdaderamente se pierde en la vida son oportunidades.


(Dedicado a Quique, por tus apuestas y tu amor)

martes, 2 de septiembre de 2014

Mujeres imperfecta



Al andar. Desde pequeña. En verano, a veces, tengo que echarme talco donde se juntan para que no me escueza. Y tengo el culo gordo. Y las piernas. Y durezas en los pies. Y pelos donde no debe ser.
Y me están saliendo arrugas, canas, manchas. Que a veces se mezclan con los granos. Y suelo tener ojeras. Y no tengo los dientes blancos, ni están todos en fila, ni son exactos.
Por eso soy perfecta. La perfecta borrega asustada que se pasará la vida tratando de que le quede distancia entre las piernas, de que sólo algunas de sus curvas sean convexas, de que no haya en su cuerpo rastro de pelos, granos, manchas, pieles muertas... Que comprará cosas, revistas, cremas. Que se avergonzará de su cuerpo y querrá el de otras, y se culpará de no tenerlo. Que lo esconderá como pueda, por miedo a escuchar la mirada ajena. Que se sentirá vieja, fofa, fea. Que se creerá invisible, inquerible, incogible, despreciable...
O igual no soy tan perfecta. Igual soy una mujer grande, en una autoestima pequeña. Igual me pierdo todo lo que dicen estos ojos, porque los uso sólo para buscarme nuevos rincones fofos. Igual estoy desperdiciando el tiempo, empeñada en que no se me note por fuera. Igual me despierto un día de estos, y me rindo y pierdo la batalla imbécil de soñar con estar buena.
Y entonces, igual, empiezo a entender que para sentir fuego en el pecho no hace falta tener las tetas tiesas. Que para morder con placer no hace falta tener una boca tierna, que lo que importa es mover el culo al bailar, al correr, al pedalear, al cojer, no las dimensiones que tenga. Que mi cuerpo es mi única arma para ser, no un solar en el que acumular mis mierdas. Que para disfrutar de que te acaricien el pelo, no hace falta currarse una preciosa melena.
Igual un día entiendo que no hay nada valioso en la belleza, que es sólo un invento de quienes no les conviene que me quiera. Porque dejaría de comprar, de esconderme, de juzgarme, de envidiar. Y entonces me sentiría libre y valiente y dueña de mis pies, de mi culo, de mis tetas, de mis pelos, de mis curvas, de mi coño, de mis piernas. Y usaría mi cuerpo para vivir, no para envolverlo en complejos y cremas. Y sería mucho más feliz. Y eso, en este mundo, no cuela.


lunes, 1 de septiembre de 2014

Para tí con todo mi amor

Podría engañarme, creer que soy hermosa como las mujeres hermosas, como las mujeres miradas, porque realmente me miran mucho. Pero sé que no es cuestión de belleza sino de otra cosa, sí, de otra cosa, por ejemplo, de carácter. Parezco lo que quiero parecer, incluso hermosa si es eso lo que quieren que sea, hermosa, o bonita, bonita por ejemplo para la familia, solamente para la familia no, puedo convertirme en lo que quieran que sea. Y creerlo. Creer, además, que soy encantadora. En cuanto lo creo, se convierte en realidad para quienes me ven y desean que sea de una manera acorde con sus gustos, también lo sé. Así, puedo ser encantadora, a conciencia, incluso si estoy atormentada por la estocada a muerte de mi hermano. Para la muerte, una sola cómplice: mi madre. Empleo la palabra encantadora como la empleaban a mi alrededor, alrededor de los niños.
Ya estoy advertida. Sé algo. Sé que no son los vestidos lo que hacen a las mujeres más o menos hermosas, ni los tratamientos de belleza, ni el precio de los potingues, ni la rareza, el precio de los atavíos. Sé que el problema está en otra parte. No sé dónde. Sólo sé que no está donde las mujeres creen. Miro a las mujeres por las calles de Saigón, en los puestos de la selva. Las hay muy hermosas, muy blancas, prestan gran cuidado a su belleza, aquí, sobre todo en los puestos de la selva.
No hacen nada, sólo se reservan, se reservan para Europa, los amantes, las vacaciones en Italia, los largos permisos de seis meses, cada tres años, durante los que podrán por fin hablar de lo que sucede aquí, de esta existencia colonial tan particular, del servicio de esa gente, de los criados, tan perfecto, de la vegetación, de los bailes, de estas quintas blancas, grandes como para perderse en ellas, donde habitan los funcionarios durante sus remotos destinos. Ellas esperan. Se visten para nada. Se contemplan. En la penumbra de esas quintas se contemplan para más tarde, creen vivir una novela, ya tienen los amplios roperos llenos de vestidos con los que no saben qué hacer, coleccionados como el tiempo, la larga sucesión de días de espera. Algunas se vuelven locas. Algunas son abandonadas por una joven criada que se calla. Abandonadas. Se oye cómo la palabra las alcanza, el ruido que hace, el ruido de la bofetada que da. Algunas se matan.
Ese faltar de las mujeres a sí mismas ejercido por ellas mismas siempre lo he considerado un error.
No se trataba de atraer al deseo. Estaba en quien lo provocaba o no existía. Existía ya desde la primera mirada o no había existido nunca. Era el entendimiento inmediato de la relación sexual o no era nada. Eso también lo sabía antes del experimento.


Marguerite Duras 

domingo, 22 de junio de 2014

Perdí el último tren por quedarme soñando contigo.

Está claro que si no eres capaz de dar un paso hacia delante, siempre hay una persona que te obliga a darlo o al menos a querer y tener interés por darlo. Y parece una historia diferente, pero es prácticamente igual, típico chico que de primeras no me llama la atención y luego PUM de repente me fijo en él y mi mundo se vuelve granate. Es un chico como otro cualquiera, tal vez eso es lo que me haya atraído de él, que no vive para llamar la atención, es uno más entre la sociedad. Pero como siempre toda historia mía empieza con tropezones, yo no estaba seguro de querer comenzar otra historia con otra persona porque la que tuve anteriormente tuvo un argumento insuperable, aunque el final parecía haber sido escrito a las tantas de la madrugada. Mientras dudaba si quería empezar a leer el nuevo libro, su protagonista me hacía señales para que el libro poco a poco me resultara interesante, y yo cada vez más y más ilusionado. Estaba decidido a leer ese libro, tenía un protagonista con ojos café y un argumento de lo más tranquilo sin tragedia aparente de por medio, pero me quedé leyendo una y otra vez los mejores momentos del libro anterior y cuando quise darme cuenta, el libro que estaba a punto de leer ya lo habían comprado.. Y aunque suene mal, espero que no lo lean mucho y lo devuelven, porque me he quedado con las ganas de saber cómo sigue.


Y otra vez el tren vuelve a pasar.

miércoles, 28 de mayo de 2014

LAS VERDADES DE LA MENTIRA

 ¿Por qué la gente miente? Porque la realidad no gusta, no cumple con lo que se espera de ella, no se adapta a nuestras exigencias, no nos hace felices, no nos aporta la ilusión necesaria... y porque a menudo defrauda, inquieta, asusta, aisla, nos moldea como quiere... y entorpece que podamos ser como creemos o queremos ser. Una cosas es cierta:hombres y mujeres mienten por igual, aunque difiere el contenido de las mentiras. En general, las mujeres lo hacen para que los demás se sientan mejor, mientras que los hombres lo hacen para quedar bien... A ellas les cuesta mentir sobre sus propios sentimientos y ellos lo hacen para evitar confrontaciones. Las mujeres recuerdan mejor que los hombres que "trolas" han inventado y a quién se las han contado... Y que locura esa, la de las mentiras piadosas... son también una mentira... la única piedad de una mentira piadosa es para quién dice la mentira que no quiere enfrentarse con la responsabilidad de decir la verdad.