El compromiso se llama así porque, se supone, que te comprometes en algo. Pero claro, ¿cómo sabe el otro que te has comprometido?
"Las americanas son idiotas”, me dice Cris peinando su melena rubia. Me cae bien, claro. Como a una buena ex soviética, me alegra escuchar que los yankees son gilipollas. A pesar de que no lo piense, el patriotismo me tiene cogida por los huevos. Sin entrar en detalles fisiológicos.
Sé de qué me habla. Se refiere a mi amigo Marc y su novia Jessie, de la que está perdidamente enamorado desde hace más de un año. Mantienen esa relación a distancia que está a punto de convertirse en una “relación de verdad”. Pronto vamos a tener a Jessie en Barcelona.
Pero esto es lo de menos. Cris está indignada con “la pedida de ser novios” que tuvo que montar Marc a Jessie, para ser oficialmente pareja. Sí, sí, así como se lee. Resulta que todas sabíamos que eran novios, salvo ella. Día sí, día también Jessie le decía: “Bueno… como sólo somos amigos, ya que no me has pedido lo contrario…” guiñándole el ojo. Hasta que Marc pilló la indirecta muy directa de Jessie, y nos anunció: me la llevo de viaje sorpresa a París con un “haz la maleta”, un “no sabrás adónde te llevo” y una pedida de novios en la escalera de Montmartre incluidos.
Las amigas nos hemos dividido en tres grupos. Cris encabezaba el primero:” ¿qué cutrez es ésta?” Natalia representa a las románticas empedernidas: “Jooo, ¡qué bonito todo y quémaravilloso es el amor!” Yo me encargo del tercero: “Vale, no es necesario, pero… al menos lo tienen claro, ¿no?” Tengo que confesar que mi grupo ha recibido más votos. Por equilibrado.
En realidad, más allá de que el detalle de Marc es algo exagerado, la idea en sí no es tan descabellada. Muchas veces sabemos lo que sentimos por una persona, pero no estamos del todo seguros de lo que la otra persona siente por nosotros. Cuando alguien te pregunta si tienes pareja y no sabes qué decir, es que no la tienes. Es así de fácil. ¿Pero cuántasveces pensábamos que la teníamos y resultó ser una mentira?
Cris nos dijo un día:
- Anda. Esto se nota. No hace falta hablarlo. Sabes perfectamente si el otro tiene intenciones serias o no.
Pero Natalia, recién “separada” de su no- novio, saltó:
- ¡Y una mierda! Mira yo, tan convencida después de los seis meses con Pablo que éramos novios, ¿y qué? El día que me “deja”, encima tiene huevos de decirme que nunca habíamos sido pareja. Que el sexo era fantástico y que soy completamente maravillosa, pero que con esto no le bastaba.
Yo soy una fiel defensora de la teoría de “No vivir con la etiqueta puesta”. No es fácil, pero sí imprescindible para disfrutar el momento. Sin embargo, en algunas ocasiones llega un día en el que la etiqueta te parece necesaria, en el que estás “obligado” a verbalizar lo que sientes y darle nombre al asunto. Si a una manzana la llamamos “manzana”, todo lo que parece a una manzana, lo llamaremos “manzana”. Si tiene pinta de una pera, lo llamaremos “pera”.
Hace años tenía tanto pánico de llamarle “novio” a mi novio, que lo llamaba “MPE: Mi Persona Especial”. Algunos lo consideraban ridículo, pero yo, que no tiro las palabras al viento y no pronuncio un “te quiero” hasta que estoy a 100% segura de ello, tampoco regalo la etiqueta de “novio” a cualquiera. El día que me dio la gana, cambié de término. Y todos contentos.
Pero más allá de la etiqueta, ¿cuáles son los indicadores de un compromiso?
El compromiso se llama así porque, se supone, que te comprometes en algo. Pero claro, si no te comprometes en voz alta, ¿cómo sabe el otro que te has comprometido?
Cada uno colecciona sus propios indicadores de “ahora sí vamos en serio”. Algunos aseguran que ya es oficial cuando tienes llaves de su casa. Pero hoy en día pocos tienen su propia casa. Otros me dicen que hasta que conozcas a sus padres, nada de nada. ¿Y si es huérfano? Hay que joderse. Hay los que se empeñan, incluso, que el noviazgo se empieza con el primer viaje juntos, pero partiendo de esa base he tenido más novios que amigos. La tonta de Carrie intentaba dejar el cepillo en casa de Mr. Big, hasta que éste se lo devolvió así, en plan amable (pobre mujer, tan adulta y tan tontorrona). Mi madre, sin embargo, cree que tras acostarme con un hombre, ya es mi novio. En fin. Que aquí cada uno lo adapta en función de lo que conviene. Y como que no.
Lo curioso es que tenemos muy claras muchas cosas relativamente insignificantes, como el tipo de crema que mejor le va a nuestra piel o el restaurante que nos ofrece el mejor sushi. Pero cuando queremos definir el tipo de relación que tenemos con alguien, se nos va de las manos.
Creemos que, al ser personas maduras, lo sabemos todo a ciencia cierta. Sin embargo, cada día me encuentro con más gente que asegura saber menos con cada año de vida. Se hacen un lío, se confunden, se desesperan, sacan conclusiones equivocadas y, por si fuera poco, olvidan a comunicarse. Utilizan la boca para soltar estupideces y se quedan callados ante una duda razonable.
Hay que comunicarse. Y, sobre todo, perder miedo a hacer el ridículo. ¿Qué es la ridiculez? En realidad es algo que te hace avergonzarte a ti mismo por tus propios prejuicios. La naturalidad nunca es criticable. Si te criticas, permites a los demás que hagan exactamente lo mismo. Pero si preguntas todo lo que te apetece preguntar, a nadie le parecerá extraño responderte.
¿Cuándo un compromiso es un compromiso? Cuando se verbaliza. Así como en un restaurante reclamamos que nos sirvan con la misma rapidez con la que sabemos que luego nos cobran, en el fondo en las relaciones también necesitamos un inicio verbal, de la misma forma que exigimos un final bien explicado.
Las etiquetas, en muchas ocasiones, son perjudiciales. Nos gusta ser modernos y decir que nos da lo mismo si un novio se llama “novio”. El problema es que la mayoría son “modernos a ratos” y cuando su supuesta pareja dice, delante de todos sus amigos, que eres su “colega”, les duele.
Así que, puede que Jessie sea idiota, pero ha conseguido que mi amadísimo Marc, el soltero de oro, se le haya declarado de la manera más romántica que existe (según ella). Ella es feliz y Marc nos ha llegado a decir que Jessie es su novia. Como que lo ha asimilado por fin. Se siente responsable por sus palabras.
Sea cual sea la necesidad de cada uno, lo importante es no engañarte a ti mismo, ni a los demás. Vergüenzas aparte. Si necesitas saber qué sois, pregunta. Como mucho recibirás una patada en el culo. Duele, pero no mata.
De adolescentes éramos tontos, pero bastante más directos: decidíamos ser novios y loéramos. Hasta que dejábamos de serlo. ¿Por qué no quedarnos con esa parte de inocencia y sinceridad en vez de seguir siendo unos inmaduros en los demás aspectos?
En serio, queridos, las cosas son mucho más fáciles. Que ya no tenemos 15 años.