martes, 2 de septiembre de 2014

Mujeres imperfecta



Al andar. Desde pequeña. En verano, a veces, tengo que echarme talco donde se juntan para que no me escueza. Y tengo el culo gordo. Y las piernas. Y durezas en los pies. Y pelos donde no debe ser.
Y me están saliendo arrugas, canas, manchas. Que a veces se mezclan con los granos. Y suelo tener ojeras. Y no tengo los dientes blancos, ni están todos en fila, ni son exactos.
Por eso soy perfecta. La perfecta borrega asustada que se pasará la vida tratando de que le quede distancia entre las piernas, de que sólo algunas de sus curvas sean convexas, de que no haya en su cuerpo rastro de pelos, granos, manchas, pieles muertas... Que comprará cosas, revistas, cremas. Que se avergonzará de su cuerpo y querrá el de otras, y se culpará de no tenerlo. Que lo esconderá como pueda, por miedo a escuchar la mirada ajena. Que se sentirá vieja, fofa, fea. Que se creerá invisible, inquerible, incogible, despreciable...
O igual no soy tan perfecta. Igual soy una mujer grande, en una autoestima pequeña. Igual me pierdo todo lo que dicen estos ojos, porque los uso sólo para buscarme nuevos rincones fofos. Igual estoy desperdiciando el tiempo, empeñada en que no se me note por fuera. Igual me despierto un día de estos, y me rindo y pierdo la batalla imbécil de soñar con estar buena.
Y entonces, igual, empiezo a entender que para sentir fuego en el pecho no hace falta tener las tetas tiesas. Que para morder con placer no hace falta tener una boca tierna, que lo que importa es mover el culo al bailar, al correr, al pedalear, al cojer, no las dimensiones que tenga. Que mi cuerpo es mi única arma para ser, no un solar en el que acumular mis mierdas. Que para disfrutar de que te acaricien el pelo, no hace falta currarse una preciosa melena.
Igual un día entiendo que no hay nada valioso en la belleza, que es sólo un invento de quienes no les conviene que me quiera. Porque dejaría de comprar, de esconderme, de juzgarme, de envidiar. Y entonces me sentiría libre y valiente y dueña de mis pies, de mi culo, de mis tetas, de mis pelos, de mis curvas, de mi coño, de mis piernas. Y usaría mi cuerpo para vivir, no para envolverlo en complejos y cremas. Y sería mucho más feliz. Y eso, en este mundo, no cuela.


lunes, 1 de septiembre de 2014

Para tí con todo mi amor

Podría engañarme, creer que soy hermosa como las mujeres hermosas, como las mujeres miradas, porque realmente me miran mucho. Pero sé que no es cuestión de belleza sino de otra cosa, sí, de otra cosa, por ejemplo, de carácter. Parezco lo que quiero parecer, incluso hermosa si es eso lo que quieren que sea, hermosa, o bonita, bonita por ejemplo para la familia, solamente para la familia no, puedo convertirme en lo que quieran que sea. Y creerlo. Creer, además, que soy encantadora. En cuanto lo creo, se convierte en realidad para quienes me ven y desean que sea de una manera acorde con sus gustos, también lo sé. Así, puedo ser encantadora, a conciencia, incluso si estoy atormentada por la estocada a muerte de mi hermano. Para la muerte, una sola cómplice: mi madre. Empleo la palabra encantadora como la empleaban a mi alrededor, alrededor de los niños.
Ya estoy advertida. Sé algo. Sé que no son los vestidos lo que hacen a las mujeres más o menos hermosas, ni los tratamientos de belleza, ni el precio de los potingues, ni la rareza, el precio de los atavíos. Sé que el problema está en otra parte. No sé dónde. Sólo sé que no está donde las mujeres creen. Miro a las mujeres por las calles de Saigón, en los puestos de la selva. Las hay muy hermosas, muy blancas, prestan gran cuidado a su belleza, aquí, sobre todo en los puestos de la selva.
No hacen nada, sólo se reservan, se reservan para Europa, los amantes, las vacaciones en Italia, los largos permisos de seis meses, cada tres años, durante los que podrán por fin hablar de lo que sucede aquí, de esta existencia colonial tan particular, del servicio de esa gente, de los criados, tan perfecto, de la vegetación, de los bailes, de estas quintas blancas, grandes como para perderse en ellas, donde habitan los funcionarios durante sus remotos destinos. Ellas esperan. Se visten para nada. Se contemplan. En la penumbra de esas quintas se contemplan para más tarde, creen vivir una novela, ya tienen los amplios roperos llenos de vestidos con los que no saben qué hacer, coleccionados como el tiempo, la larga sucesión de días de espera. Algunas se vuelven locas. Algunas son abandonadas por una joven criada que se calla. Abandonadas. Se oye cómo la palabra las alcanza, el ruido que hace, el ruido de la bofetada que da. Algunas se matan.
Ese faltar de las mujeres a sí mismas ejercido por ellas mismas siempre lo he considerado un error.
No se trataba de atraer al deseo. Estaba en quien lo provocaba o no existía. Existía ya desde la primera mirada o no había existido nunca. Era el entendimiento inmediato de la relación sexual o no era nada. Eso también lo sabía antes del experimento.


Marguerite Duras 

domingo, 22 de junio de 2014

Perdí el último tren por quedarme soñando contigo.

Está claro que si no eres capaz de dar un paso hacia delante, siempre hay una persona que te obliga a darlo o al menos a querer y tener interés por darlo. Y parece una historia diferente, pero es prácticamente igual, típico chico que de primeras no me llama la atención y luego PUM de repente me fijo en él y mi mundo se vuelve granate. Es un chico como otro cualquiera, tal vez eso es lo que me haya atraído de él, que no vive para llamar la atención, es uno más entre la sociedad. Pero como siempre toda historia mía empieza con tropezones, yo no estaba seguro de querer comenzar otra historia con otra persona porque la que tuve anteriormente tuvo un argumento insuperable, aunque el final parecía haber sido escrito a las tantas de la madrugada. Mientras dudaba si quería empezar a leer el nuevo libro, su protagonista me hacía señales para que el libro poco a poco me resultara interesante, y yo cada vez más y más ilusionado. Estaba decidido a leer ese libro, tenía un protagonista con ojos café y un argumento de lo más tranquilo sin tragedia aparente de por medio, pero me quedé leyendo una y otra vez los mejores momentos del libro anterior y cuando quise darme cuenta, el libro que estaba a punto de leer ya lo habían comprado.. Y aunque suene mal, espero que no lo lean mucho y lo devuelven, porque me he quedado con las ganas de saber cómo sigue.


Y otra vez el tren vuelve a pasar.

miércoles, 28 de mayo de 2014

LAS VERDADES DE LA MENTIRA

 ¿Por qué la gente miente? Porque la realidad no gusta, no cumple con lo que se espera de ella, no se adapta a nuestras exigencias, no nos hace felices, no nos aporta la ilusión necesaria... y porque a menudo defrauda, inquieta, asusta, aisla, nos moldea como quiere... y entorpece que podamos ser como creemos o queremos ser. Una cosas es cierta:hombres y mujeres mienten por igual, aunque difiere el contenido de las mentiras. En general, las mujeres lo hacen para que los demás se sientan mejor, mientras que los hombres lo hacen para quedar bien... A ellas les cuesta mentir sobre sus propios sentimientos y ellos lo hacen para evitar confrontaciones. Las mujeres recuerdan mejor que los hombres que "trolas" han inventado y a quién se las han contado... Y que locura esa, la de las mentiras piadosas... son también una mentira... la única piedad de una mentira piadosa es para quién dice la mentira que no quiere enfrentarse con la responsabilidad de decir la verdad.

jueves, 8 de mayo de 2014

Da te

19 de abril de 2014






Myself



El amor es impersonal, siempre. La capacidad de amar es profunda, interna, sin objeto a ser amado...y aquí es donde la gente se pierde. Cuando uno habla del amor o de la capacidad de amar, cuando expresa con la pareja, amigos, etc.., el otro, por interpretación de lo escuchado, por comparación con su identificación, con lo que cree que conoce o desconoce, sin apenas darse cuenta, entra a interpretar que hablas del que va dirigido a alguien o algo... y eso no es así.
El amor es algo muy íntimo y silencioso, de uno con uno, expresando hacía afuera.. no conoce de otros, el amor es y está, aunque uno no ande conectado con él. Pero solo quien ha vislumbrado la energía del amor puede saber de lo que habla...sin importar ser comprendido


viernes, 18 de abril de 2014

Hoy, 18 de abril, me tenido el placer de conocer a una persona por un amigo común que me ha comentado unas dichosas palabras. La sensación ha sido un fogonazo de realidad ante un presente tan zafio. Es la siguiente:

"Las personas que nos hacen bien en nuestras vidas son las que no hacen sacar lo mejor de nosotros.. esas que desprenden una humildad casi desconocida, si ven que hemos errado nos ayudan a crecer, cuando una persona realmente desprende luz, te ama por encima de todo.. sientes un respaldo tranquilizador. Cuando aparecen estas estrellas te dan cuenta que muchas cosas tienen sentido.."
Con amor, Nuria


Moraleja: Uno no puede dar aquello que no tiene, esperar no tiene sentido, tú aportas aquello que eres.. si tu sabes lo que es realmente el amor tu puedes ofrecer amor, a eso me refiero. La mente del ego es la que te atrapa.., es mera ilusión. 
Gracias, niña


martes, 11 de marzo de 2014

¿Cuáles son los indicadores de un compromiso?


El compromiso se llama así porque, se supone, que te comprometes en algo. Pero claro, ¿cómo sabe el otro que te has comprometido?
"Las americanas son idiotas”, me dice Cris peinando su melena rubia. Me cae bien, claro. Como a una buena ex soviética, me alegra escuchar que los yankees son gilipollas. A pesar de que no lo piense, el patriotismo me tiene cogida por los huevos. Sin entrar en detalles fisiológicos.
Sé de qué me habla. Se refiere a mi amigo Marc y su novia Jessie, de la que está perdidamente enamorado desde hace más de un año. Mantienen esa relación a distancia que está a punto de convertirse en una “relación de verdad”. Pronto vamos a tener a Jessie en Barcelona.
Pero esto es lo de menos. Cris está indignada con “la pedida de ser novios” que tuvo que montar Marc a Jessie, para ser oficialmente pareja. Sí, sí, así como se lee. Resulta que todas sabíamos que eran novios, salvo ella. Día sí, día también Jessie le decía: “Bueno… como sólo somos amigos, ya que no me has pedido lo contrario…” guiñándole el ojo. Hasta que Marc pilló la indirecta muy directa de Jessie, y nos anunció: me la llevo de viaje sorpresa a París con un “haz la maleta”, un “no sabrás adónde te llevo”  y una pedida de novios en la escalera de Montmartre incluidos.
Las amigas nos hemos dividido en tres grupos. Cris encabezaba el primero:” ¿qué cutrez es ésta?” Natalia representa a las románticas empedernidas: “Jooo, ¡qué bonito todo y quémaravilloso es el amor!” Yo me encargo del tercero: “Vale, no es necesario, pero… al menos lo tienen claro, ¿no?”  Tengo que confesar que mi grupo ha recibido más votos. Por equilibrado.
En realidad, más allá de que el detalle de Marc es algo exagerado, la idea en sí no es tan descabellada. Muchas veces sabemos lo que sentimos por una persona, pero no estamos del todo seguros de lo que la otra persona siente por nosotros. Cuando alguien te pregunta si tienes pareja y no sabes qué decir, es que no la tienes. Es así de fácil. ¿Pero cuántasveces pensábamos que la teníamos y resultó ser una mentira?
Cris nos dijo un día:
- Anda. Esto se nota. No hace falta hablarlo. Sabes perfectamente si el otro tiene intenciones serias o no.
Pero Natalia, recién “separada” de su no- novio, saltó:
- ¡Y una mierda! Mira yo, tan convencida después de los seis meses con Pablo que éramos novios, ¿y qué? El día que me “deja”, encima tiene huevos de decirme que nunca habíamos sido pareja. Que el sexo era fantástico y que soy completamente maravillosa, pero que con esto no le bastaba.
Yo soy una fiel defensora de la teoría de “No vivir con la etiqueta puesta”. No es fácil, pero sí imprescindible para disfrutar el momento. Sin embargo, en algunas ocasiones llega un día en el que la etiqueta te parece necesaria, en el que estás “obligado” a verbalizar lo que sientes y darle nombre al asunto. Si a una manzana la llamamos “manzana”, todo lo que parece a una manzana, lo llamaremos “manzana”. Si tiene pinta de una pera, lo llamaremos “pera”.
Hace años tenía tanto pánico de llamarle “novio” a mi novio, que lo llamaba “MPE: Mi Persona Especial”. Algunos lo consideraban ridículo, pero yo, que no tiro las palabras al viento y no pronuncio un “te quiero” hasta que estoy a 100% segura de ello, tampoco regalo la etiqueta de “novio” a cualquiera. El día que me dio la gana, cambié de término. Y todos contentos.


Pero más allá de la etiqueta, ¿cuáles son los indicadores de un compromiso?
El compromiso se llama así porque, se supone, que te comprometes en algo. Pero claro, si no te comprometes en voz alta, ¿cómo sabe el otro que te has comprometido?

Cada uno colecciona sus propios  indicadores de ahora sí vamos en serio”. Algunos aseguran que ya es oficial cuando tienes llaves de su casa. Pero hoy en día pocos tienen su propia casa. Otros me dicen que hasta que conozcas a sus padres, nada de nada. ¿Y si es huérfano? Hay que joderse. Hay los que se empeñan, incluso, que el noviazgo se empieza con el primer viaje juntos, pero partiendo de esa base he tenido más novios que amigos. La tonta de Carrie intentaba dejar el cepillo en casa de Mr. Big, hasta que éste se lo devolvió así, en plan amable (pobre mujer, tan adulta y tan tontorrona). Mi madre, sin embargo, cree que tras acostarme con un hombre, ya es mi novio. En fin. Que aquí cada uno lo adapta en función de lo que conviene. Y como que no.

Lo curioso es que tenemos muy claras muchas cosas relativamente insignificantes, como el tipo de crema que mejor le va a nuestra piel o el restaurante que nos ofrece el mejor sushi. Pero cuando queremos definir el tipo de relación que tenemos con alguien, se nos va de las manos.
Creemos que, al ser personas maduras, lo sabemos todo a ciencia cierta. Sin embargo, cada día me encuentro con más gente que asegura saber menos con cada año de vida. Se hacen un lío, se confunden, se desesperan, sacan conclusiones equivocadas y, por si fuera poco, olvidan a comunicarse. Utilizan la boca para soltar estupideces y se quedan callados ante una duda razonable.
Hay que comunicarse. Y, sobre todo, perder miedo a hacer el ridículo. ¿Qué es la ridiculez? En realidad es algo que te hace avergonzarte a ti mismo por tus propios prejuicios. La naturalidad nunca es criticable. Si te criticas, permites a los demás que hagan exactamente lo mismo. Pero si preguntas todo lo que te apetece preguntar, a nadie le parecerá extraño responderte.
¿Cuándo un compromiso es un compromiso? Cuando se verbaliza. Así como en un restaurante reclamamos que nos sirvan con la misma rapidez con la que sabemos que luego nos cobran, en el fondo en las relaciones también necesitamos un inicio verbal, de la misma forma que exigimos un final bien explicado.
Las etiquetas, en muchas ocasiones, son perjudiciales. Nos gusta ser modernos y decir que nos da lo mismo si un novio se llama “novio”. El problema es que la mayoría son “modernos a ratos” y cuando su supuesta pareja dice, delante de todos sus amigos, que eres su “colega”, les duele.
Así que, puede que Jessie sea idiota, pero ha conseguido que mi amadísimo Marc, el soltero de oro, se le haya declarado de la manera más romántica que existe (según ella). Ella es feliz y Marc nos ha llegado a decir que Jessie es su novia. Como que lo ha asimilado por fin. Se siente responsable por sus palabras.
Sea cual sea la necesidad de cada uno, lo importante es no engañarte a ti mismo, ni a los demás. Vergüenzas aparte. Si necesitas saber qué sois, pregunta. Como mucho recibirás una patada en el culo. Duele, pero no mata.
De adolescentes éramos tontos, pero bastante más directos: decidíamos ser novios y loéramos. Hasta que dejábamos de serlo. ¿Por qué no quedarnos con esa parte de inocencia y sinceridad en vez de seguir siendo unos inmaduros en los demás aspectos?
En serio, queridos, las cosas son mucho más fáciles. Que ya no tenemos 15 años.